Estoy escribiendo mientras veo en TV the President
Triump’s Inaugural Parade. Es un acto majestuoso, una fiesta gigante de la
democracia más allá de los credos políticos o preferencias de candidatos. El
Presidente 45 entra en la historia de esta gran nación marchando por la avenida
Pennsylvania camino de la Casa Blanca. Va
en su bestia blindada acompañado de la primera dama, la bella Melania y su pequeño
hijo de 10 años, quien mira con ojos lleno de asombro. Le siguen otros automóviles con los restantes miembros
de la familia. Marchando atentos y
vigilantes, los miembros del servicio secreto los van protegiendo con paso
marcial y seguro a ambos lados de la avenida. El público vitorea y grita USA, USA, USA…
aplauden frenéticamente. Ha ganado la Libertad y los ideales de los Padres de
fundadores.
En su discurso al mundo y la nación, rompe con todos
los partidos; culpa a los políticos de preocuparse por sus “brillantes”
carreras y no de las necesidades del pueblo. Clama que resolverá los problemas
apremiantes del país: empleos, seguridad, emigración, salud asequible para
todos, el terrorismo Islámico y que el poder ahora en manos de alguien sin compromisos
con el establishment actuará sin temor a traspasar lo políticamente correcto.
Un discurso ambicioso, tal vez populista, pero, sin dudas, ha sido consecuente
desde el primer día que anunció su intención de convertirse en candidato a la
presidencia hasta hoy, día de su nombramiento oficial.
Como Cubano Americano, le deseo éxito en su
presidencia. Todos necesitamos que así sea. Sin olvidar que gracias al
Obamacare millones de americanos tenemos un seguro médico; factible de mejorar
como toda obra humana, pero una pieza angular en el bienestar de ese pueblo al
que se dirigió hace unos minutos. Como
cubano, no quisiera que olvide su promesa de revertir las concesiones a la dictadura
castrista hechas sin considerar los derechos del pueblo oprimido. El tiempo
dirá la última palabra.
Long live Mr. President!
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