DEBBIE
La fui viendo día a día. No sé cómo empezó, pero de pronto estábamos
perdidos. Ella recién salida de la veintena, yo llegando a la quinta década.
Nos gustaba conversar, hacernos chistes, reírnos de los vecinos. No importaba
el tema. Cualquier pretexto daba riendas a nuestros encuentros. Decía malas
palabras que me revolcaban de la risa. Parecían salidas de la boca de una niña
malcriada esperando el castigo de un cintarazo. Su rostro irradiaba picardía y las dejaba escapar premeditadamente esperando mi reacción. Así pasaron muchos días, meses y algunos
años. Ella casada con un buen mozo,
joven como ella, y madre de un bello bebé.
Yo, ya de ida envuelto en una muchachada.
Todo era platónico, en silencio, sin caricias físicas, solo
aspirábamos el perfume cercano de nuestros cuerpos y dejábamos los ojos vagar y
encontrarse casi sonrojados. Nos gustaba
el juego inocente de dos que se gustan pero no pueden decirlo y menos materializarlo. Había algo telepático, un lenguaje de
pequeños gestos, leves guiños y miradas
que eran todo el ajuar de la aventura.
Nos deleitábamos comentando las series televisivas más populares, las
cuales veíamos para tener municiones que animaran nuestros diálogos. Casi siempre,
había ya visto la serie o tenía anticipado algunos capítulos. Disfrutaba
insinuarle eventos por ocurrir. Le brillaban los ojos pardos como una gatita
lista a echarse sobre su presa.
Incorporábamos frases y personajes en nuestras conversaciones. A veces, la llamaba usando el nombre de
alguna de las más interesantes. Le gustaba
sobre todo que la llamara Debbie, una oficial de policía delgada y mal hablada
como ella. El parecido físico y de personalidad era asombroso. No era bella, más bien todo lo contrario,
pero poseía ese atractivo llamado sex appeal. En la serie, contra todo
pronóstico, se enamora de su hermano de
crianza, un asesino que castigaba a los “malos” cuando la justicia no era bien
servida. Eso le sirvió para decir que
el amor era misterioso y, a veces, hasta caprichoso. Solo la miré y sonreí
cómplice.
El personaje de Debbie tiene un final trágico que me ahorré en
anunciarle. Me resistía a verla morir. Preferí alargarle la vida para
metafóricamente no perderla. Después de
ver el último capítulo, estuvo varios días sin aparecer. Cuando lo hizo, me
reprochó no haberle anticipado sobre la muerte de su alter ego. No era justo
que la hubiese dejado en ascuas. Sonreí y le dije que era sólo una fantasía sin
mayores consecuencias. Ella no lo creyó así. Entonces, sucedió: me besó y echó
a correr. Al final, perdí a Debbie dos veces. No la he vuelto a ver.
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Mister, traduce.
DeleteThump Up! (en ASCII code) ;-)
DeleteY yo que no digo malas palabras delante de ti por que se no te gustan...me cago en Debbie coño!
ReplyDeleteJajajaja
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