No, no se trata de gallinuelas ni mucho menos de Macondo. Es sobre una isla escribiendo el último capítulo del drama más funesto de su historia. Mujeres vestidas de blanco empuñando gladiolos marchan seguidas por el fantasma de un hombre negro inmolado por la intolerancia. Estas son las hirsutas banderas del preludio de un final. Atrás quedan las imágenes del barbudo David frente al Goliat, del Guillermo Tell de los pobres; han dado paso sin cortapisas al patético rostro del verdugo aferrado a las riendas del poder. El rey anda desnudo, pero pocos pretenden no saberlo.
La Europa de Zeus despierta de su rapto para condenar con duras palabras los abusos de la dictadura. Latinoamérica escucha, se exorciza y critica sin temor a que la tilden de “lame botas del imperio”. Los intelectuales de sorda complacencia, ya no pueden quedar callados. La dictadura sabe que su tiempo ha acabado pero se niega a aceptar su epilogo. La herida es mortal, pero la fiera aún puede matar.
Marzo ha marcado el 7mo aniversario de la Primavera Negra. Por siete días consecutivos han desfilado por las calles de La Habana las Damas de Blanco, uno por cada año de injusta prisión a 75 hombres armados de ideas. Desafiando al aparato represivo y sus turbas de “voluntarios”, las ofensas, los golpes y hasta ser arrastradas sin respetar el decoro que les asiste, han dado una lección de valor sin precedentes. El mundo ha sido testigo del clamor de libertad de unas simples mujeres que se han erguido en símbolo de la dignidad de todo un pueblo.
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