Al comparar el vocabulario, la entonación y el moderado lenguaje corporal de personas provenientes de América Latina, me llama poderosamente la atención la corrección y el buen uso del idioma Español por gran parte de ellos, incluso, con un nivel educacional básico. Ello se enfatiza cuando después de conversar me preguntan de dónde soy y respondo, con orgullo, CUBANO. Me miran sorprendidos, para luego decir: “Usted no parece cubano” o “no habla como los cubanos”. Siempre les respondo que tal vez porque no me asocian con el estereotipo lingüístico con que se identifican, erróneamente, a los nacionales de mi Isla. Sin embargo, aunque es un tema sensible, no cabe dudas, el idioma de las nuevas generaciones ha degenerado al compás de la hecatombe socio-económica de los últimos 52 años y, más importante aún, de la pérdida de los valores éticos y cívicos que sustentaban nuestra nacionalidad.
Debemos diferenciar al hablar popular de la chabacanería y el mal gusto carcelario que se ha impuesto en la Isla hasta llegar al Sur de la Florida. Por ejemplo, el típico hablar de nuestros campesinos matizados con dichos y humor criollo han enriquecido nuestro idioma y lejos de ser censurable es encomiable. Nos referimos al léxico del “aguaje” y la “guapería” de barrio con gestos y palabras obscenas predominante en una buena parte de la población y, en especial, entre la juventud. A mi modo de ver, la preeminencia de estas formas de expresión tienen su raíz en dos factores: La necesidad de prevalecer en un medio de violencia implícita y una forma de catarsis donde vierten las frustraciones y canalizan la rebeldía contra una sociedad que los asfixia sin oportunidades ni futuro. Es más, no creo que esa juventud sea consciente y menos culpable de su enajenación lingüística y de las formas de comportamiento social relacionadas con este fenómeno.
Los medios en Cuba se han atrevido tímidamente a tratar sobre el tema. Sin ser menos ciertas las causas que esbozan, no tocan la esencia del problema. Como se diría en buen cubano: juegan con la cadena pero dejan al mono quieto. La Dra. Maria Dolores Ortiz, La Dama de Escriba y Lea y erudita universitaria, se refirió en estos términos sobre el particular en una reciente entrevista.
(Amaury Perez Vidal, Enero 2011, Programa “Con Dos que se Quieran” de la TV Cubana)
Amaury. Doctora, ¿A qué usted le atribuye -estoy empezando con las preguntas más complejas, primero, y después nos vamos a soñar- la pobreza de lenguaje que tiene el cubano, hoy?
María Dolores. Es una cuestión complicada. Yo creo que tal vez hace falta leer más. Tal vez haría falta que muchos de los libros que leen nuestros jóvenes, no traten de reproducir tanto el lenguaje cotidiano, sino que eleven un poco el nivel en que se comunican los personajes. Tal vez la propia escuela y las propias universidades, no estamos propiciando un mayor desarrollo en este sentido. Yo creo que hay que dedicarle, sobre todo en las edades tempranas, quiero decir, primaria, secundaria básica, incluyendo el Pre universitario, que son etapas formadoras, esencialmente del ser humano, de la personalidad y de todo eso, habría que darle más énfasis a la asignatura Español en estos niveles.
Amaury. Ahora, usted me dijo, en la otra entrevista, hace muchos años, hace 14, y fue una acción valiente de su parte, que este era un pueblo instruido, pero no culto. ¿Mantiene esa afirmación todavía?
María Dolores. Bueno, yo creo que en cierto modo todavía lo seguimos siendo. Pero, yo creo que en lo que nos falta mucho, Amaury, yo diría que es en la cultura del comportamiento y cuando digo esto, lo digo en el sentido del saludo, de dar las gracias, de pedir las cosas por favor. Observo, por ejemplo, yo a veces voy caminando por una calle, hay un grupo de personas hablando en la acera, y yo tengo que atravesar por el medio de ese grupo y digo: con permiso. Nadie contesta, es como si tú no dijeras nada, como si fuera un soplo de aire que pasara por el medio de las personas. O sea, son cuestiones elementales de la educación, del comportamiento, de la urbanidad (risas), como diría aquel famoso Manual de urbanidades, de Carreño, famosísimo a finales del XIX principios del XX, que no estaría de más que muchas personas lo leyeran. Porque yo creo que la cuestión de la comunicación, yo creo que eso tiene mucho que ver con esto que estamos hablando.
Amaury. Claro.
María Dolores. Esas cosas que nos faltan, Amaury, hablar bajito, cuidar nuestro vocabulario porque el problema no es solamente la pobreza de vocabulario. A mí me duele mucho ver, a veces, a las jovencitas, muchas veces vestidas con uniforme de secundaria, de preuniversitario, caminando por la calle, hablando a grito pelado, utilizando palabras que no hay por qué utilizar, de esas llamadas malas palabras. Que no son palabras vacías de significación.
Con todo el respeto que me inspira la Dra. Ortiz, creo que sí instituciones como la escuela o la TV no son capaces de propiciar un mejor uso del lenguaje con un comportamiento de respeto al prójimo, se debe, ante todo, a que la sociedad que las sustentan las privó de ejercer esa función. La “Revolución” vio en todo lo anterior creado un lastre del pasado que debía ser barrido para formar a un hombre nuevo. Con ello, se fueron las clases de Cívica y Moral del sistema escolar; el respecto a la individualidad, las reglas de urbanidad y el legado de más de 500 años de nuestra idiosincrasia.
Los jóvenes no han optado el lenguaje de los Aceres y Consortes, el medio se los ha impuesto.
Weston, 26 de marzo de 2011
Estoy de acuerdo. Es el languaje oficial de Hialeah.
ReplyDeleteCoño acere que buena esta esta muela!!!
ReplyDeleteTe quedó buty de verdad.
Que labia tienes consorte!!!!