Han dejado
muchas cosas olvidadas en este café cibernético. Desde prendas, flores,
afiches, carteras, teléfonos y un gran etcétera. Pero quizá el que rompe toda
suposición es el de este pasado invierno.
Una señora llegó como a eso de las 10:00 am con un hermoso bebé de seis
meses en su cochecito. Mientras él
dormía plácidamente, ella trabajó en una de las computadoras. Su labor fue
interrumpida por un llanto mimoso. Sin
moverlo del cochecito y sentada en un sofá le dio su toma de leche en biberón.
De inmediato Morfeo lo volvió visitar. El teléfono sonó. Ella lo contestó
mientras salía a fuera con la cartera al hombro. Yo estaba dentro de la oficina
haciendo reparaciones y al no sentirlos más pensé que se habían marchado.
Cerca del
mediodía sentí algo como un gatito maullando muy bajito. No le presté atención
y seguí trabajando hasta que el llanto se hizo imposible de obviar. Allí, en su
coche hecho un mar de lágrimas, encontré al pequeño. Salí buscando en derredor
a su progenitora. Para mi sorpresa, no hallé rastros de ella. Sin otra opción,
entré y cargué al infortunado crío. Al principio, lloraba con más fuerza ante
el extraño que lo tenía en sus brazos; después de un poco de mimos y de
hablarle suavemente mientras le sonreía dejo de hacerlo sin quitar sus ojos del
rostro extraño que trataba de consolarlo.
Fue entonces que la mamá entró como un bólido llorando por haber dejado
a su vástago solo por más de dos horas, hasta percatarse que no lo tenía en el
asiento trasero de su auto como suponía. Después de darme las gracias y pedirme
mil disculpas, se retiró con su sonriente nene.
Creo que estarán de acuerdo conmigo que ha sido la “pieza” más original
que pueda haber nadie dejado en un café cibernético.
No comments:
Post a Comment