No es fácil de entender; lo sé. Miro allí donde está esa que no es ella, tras los arbustos y flores que Tata sembró con sus manos de puros milagros, desde ayer, desde siempre. Yo aquí, aunque sabe que no es aquél; si no otro que no quiero ser. Me incita su risa picara bordada de luz infantil. Mira como sólo ella es capaz, diciendo con sus verdes pupilas lo que no saben sus labios y pide su piel sedienta bañada de pubertad.
Es otro fin de semana más, respirando el aire oxigenado sin trazas de smog urbano, recorriendo con alas de sueños el onírico mundo legado a nosotros. No, no es fácil de entender, lo sé. Por eso guardo en el silencio estas citas furtivas robadas al espacio, escabullidas del almanaque.
Tata me llama a tomar su café, ese aguado y rebosado de cariño. Esta Tata siempre igual, contando algo nuevo, modificando a su antojo los cuentos de ayer e hilvanando los de hoy. Siempre igual, quejándose de alguien, ora de mi tío Raúl, ora de Lucrecia la vecina; siempre igual, dándose en cada hijo hasta quedar en los bisnietos. Va y viene hasta decirme susurrando en mis oídos lo que no quiere que mi hermano sepa, pero que sabe le diré. Así, siempre igual. Esa mi viejita surcada de arrugas, que no sabe decirme nieto; sino, mi’jo.
Se va el domingo. Me despido en secreto buscándola entre los arbustos. Aparento estar distraído descubriendo las nuevas rosas que la vieja sembró en la primavera. Sé de todas sus tretas y maldades para sorprenderme en este mar de perfume abigarrado y colores encantados. Aparece tras de mí, siento su aura recorrer la mía. Repite su risa, me envuelve en ella. Ahora, corre al lecho donde los niños llegan a hombres tras una brisa de vida. Se yergue cual Afrodita nupcial, pisa la hierba seca, anda lenta y su desnudez vuelve a desflorar mi inocencia. El sexo palpita y el olor de las flores del Mar Pacífico tiñe las ansias de amarla sin conjugar el verbo en pretérito.
Tata me encuentra y, sin más, cómplice de la aventura, desliza palabras que conozco como un verso:
- Todavía parece mentira que el fuego se las haya llevado.¡Eran tan buenas vecinas! ¿Te acuerdas como te mimaba Laura? Hijo, hay cosa que pasan y no se pueden evitar... es el destino...
Beso a mi vieja para terminar la visita usual, parecida a tantas otras y distinta a la vez.
- Bueno, voy caminando...
- ¿Cuándo vienes otra vez, mi’jo?
-El fin de semana, vieja, sin falta te doy una vuelta.
A la cita no faltaré. Ni aún las canas ni mi hija quinceañera logran deshechizar este tiempo apresado entre esos arbustos y flores, donde soy ese que quiero ser y Laura la musa que supo amar a un niño.
No, no lo digan. Yo sé que es difícil de entender.
La Habana, Cuba, 1991.
Honestamente y hablando en plata como se dice... creo que por primera vez entiendo este cuento que he leido ya varias veces --no por deficiencia tuya sino mia. jaja. El titulo de encuentros en plural es un poco despistante. No seria mejor Encuentro en singular...? Personalmente me gustaria algo asi como ghost... que se yo!
ReplyDeletebraulio
Por cierto, no has pensado nunca en hacer un cuento sobre esta aventura tuya...? Creo que seria increible!
El título "Encuentros" en plural expresa (pretende)la idea de que cada semana se repite esa especie de aparición entre los arbustos y flores del jardín. O sea, en cada una, "ella" sorprende, aun cuando el aroma y su presencia sea evidente; no lo es el cómo lo hace.
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