Saturday, December 12, 2009

Ética en la Revolución

Las sociedades se edifican sobre determinadas bases éticas. En occidente, el Cristianismo generó los pilares filosóficos que sustentan los valores de su cultura actual. Cuba, insertada en ese mosaico de naciones, heredó del Catolicismo y las religiones de origen africano el amor a la familia, la veneración a la madre y la integridad como baluarte distintivo en el reconocimiento general.

Los postulados bíblicos eran las primeras enseñanzas sobre conducta que recibíamos al abrir los ojos. No eran recitados tal y como están escritos en las sagradas escrituras, sino que, una vez conceptualizados, fueron trasmitidos de generación en generación hasta formar parte de la conciencia social, rebasando así su sentido litúrgico original para entronizarse en la superestructura ética de la sociedad. A partir de 1959, estos valores comenzaron a ser suplantados por una nueva ideología fundamentalista con fuerza de religión: el Marxismo Leninismo.

Esta doctrina presupone que la religión es el opio de los pueblos. Por ende, su ética es tan nociva como sus enseñanzas. Partiendo de este axioma, se creó un sistema educacional que desplazó la moral cristiana por los dogmas que supuestamente forjarían al “hombre nuevo”. La veneración maternal fue sustituida por la entrega total a la madre revolución; el amor y la fidelidad a la familia por la entrega incondicional a los designios del “procreador en Jefe”; la paz y el respeto al individuo por la violencia y el colectivismo, el respeto a los ancianos por la irreverencia a todo lo que se identificara con el pasado; la efigie del Corazón de Jesús por la imagen barbada del Líder. El nuevo Mesías, en lo adelante, nos guiaría con severidad por el camino de la verdad hacia la prosperidad. Así, Dios, en el sentido religioso, y, más importante aún, ético, dejo de formar parte de la vida diaria.

Aquellos que osaron desafiar el orden imperante fueron condenados, cuando menos, al ostracismo, vedándoles toda oportunidad de desarrollo personal, estigma que se hizo extensiva a los familiares. “Una sociedad con cabida sólo para los revolucionarios”, según el discurso oficial. Un buen ejemplo del castigo para los irreverentes fueron las tristemente celebres UMAP (Unidades Militares de Apoyo a la Producción). En estos émulos hitlerianos fueron confinados religiosos, homosexuales, intelectuales disidentes, y todos los que necesitaban ser “rehabilitados”.

Transcurrido medio siglo, los cubanos vagamos en un mar de confusiones y orfandad ideológica. Se prometía el paraíso en solo unos años de trabajo y entrega total. Del sueño solo quedan frustraciones, carencias materiales, y, sobre todo espirituales. El fracaso del sistema político ha generado una crisis en todas las esferas de la vida nacional, siendo la ética quizá la más afectada. La prostitución –léase jineterismo- ha calado hondo en la aceptación social, el robo campea por su respeto al no proveer el Estado los medios de subsistencia básicos, la doble moral es la forma de vivir que se enseña en casa, o sea, di lo que quieren oír, pero piensa y has lo necesario para vivir.

Los más pesimistas, creen que todo está perdido. Otros, tenemos fe en que una vez desaparecidas las causas, se recuperará el orgullo y los mejores valores de la nacionalidad perdida.