Sunday, July 20, 2014

Déjà Vu

Ha sido un efecto déjà vu con veinte años de tardanza. El mar revuelto con su color azul intenso, olas cual  fauces de un gran monstruo presto a devorar una más; frágil y endeble portadora de suicidas náufragos que enfrentan la muerte para dejar de vivir muriendo.  Los he vuelto a ver cuándo había logrado escabullirlos en mi memoria.  Como aquel  17 de agosto de 1994 sigue flotando en ese mar de esperanzas a una vida decente, aun sabiendo que juegan a la ruleta rusa y que tal vez siquiera puedan darle un último beso a la madre o los hijos que huérfanos quedarán.  Los he visto desde el confort del Carnival Conquest  un crucero lleno de pasajeros vacacionistas, quienes mayormente los han visto como parte del algún show más o la causa del retraso en el itinerario;  indiferentes al dolor de todo un pueblo, no por maldad, sino por ignorancia de un drama puesto en escena por 55 años.  


 Ayer regresábamos de nuestra gira por el caribe,  pasando justo por la costa norte de Cuba -a unas 30 millas aproximadamente- entre Pinar del Rio y La Habana.  El crucero se detuvo, mientras  el capitán anunciaba la causa: habían avistado a unos balseros en una frágil embarcación. Nos detendríamos y se les daría atención médica, alimentos y agua antes de llamar al Coast Guard para ser procesados de acuerdo a las leyes de inmigración de los Estados Unidos.  Enseguida una multitud se dirigió el lado norte donde se divisaban a los dos improvisados marineros.  Sentí un nudo en la garganta y el flujo de lágrimas irreverentes.  Apenado, traté de serenarme y esconder esos sentimientos reprimidos, pero, para mi sorpresa, cuando mire en derredor descubrí otros hombres y mujeres, balseros como yo, llorando ese dolor común que nos unen a todos los cubanos.  Una vez que los recogieron,  la balsa hecha de poli espuma  quedó  a la deriva. Nítidamente se podía ver que llevaban agua, chicharrones de puerco y algunas galleticas. No lo pude remediar, volví al ver las balsas vacías ensangrentadas  como hace exactamente 20 años y al fin, sin pudor, pude llorar liberando el dolor que llevaba encerrado por tanto tiempo. Lloré por los padres y los hijos de esos balseros que el mar se tragó y nunca llegaron a tierra. Que en paz descansen sus almas. 

Miami, FL    20 de julio, 2014