Friday, September 22, 2017


DEBBIE

La fui viendo día a día. No sé cómo empezó, pero de pronto estábamos perdidos. Ella recién salida de la veintena, yo llegando a la quinta década. Nos gustaba conversar, hacernos chistes, reírnos de los vecinos. No importaba el tema. Cualquier pretexto daba riendas a nuestros encuentros. Decía malas palabras que me revolcaban de la risa. Parecían salidas de la boca de una niña malcriada esperando el castigo de un cintarazo. Su rostro irradiaba picardía y las dejaba escapar premeditadamente esperando mi reacción.  Así pasaron muchos días, meses y algunos años.  Ella casada con un buen mozo, joven como ella, y madre de un bello bebé.  Yo, ya de ida envuelto en una muchachada.

Todo era platónico, en silencio, sin caricias físicas, solo aspirábamos el perfume cercano de nuestros cuerpos y dejábamos los ojos vagar y encontrarse casi sonrojados.  Nos gustaba el juego inocente de dos que se gustan pero no pueden decirlo y menos materializarlo.  Había algo telepático, un lenguaje de pequeños gestos, leves guiños  y miradas que eran todo el ajuar de la aventura.

Nos deleitábamos comentando las series televisivas más populares, las cuales veíamos para tener municiones que animaran nuestros diálogos.  Casi siempre,  había ya visto la serie o tenía anticipado algunos capítulos. Disfrutaba insinuarle eventos por ocurrir. Le brillaban los ojos pardos como una gatita lista a echarse sobre su presa.  

Incorporábamos frases y personajes en nuestras conversaciones.  A veces, la llamaba usando el nombre de alguna de las más interesantes.  Le gustaba sobre todo que la llamara Debbie, una oficial de policía delgada y mal hablada como ella. El parecido físico y de personalidad era asombroso.  No era bella, más bien todo lo contrario, pero poseía ese atractivo llamado sex appeal. En la serie, contra todo pronóstico,  se enamora de su hermano de crianza, un asesino que castigaba a los “malos” cuando la justicia no era bien servida.   Eso le sirvió para decir que el amor era misterioso y, a veces, hasta caprichoso. Solo la miré y sonreí cómplice.

El personaje de Debbie tiene un final trágico que me ahorré en anunciarle. Me resistía a verla morir. Preferí alargarle la vida para metafóricamente no perderla.   Después de ver el último capítulo, estuvo varios días sin aparecer. Cuando lo hizo, me reprochó no haberle anticipado sobre la muerte de su alter ego. No era justo que la hubiese dejado en ascuas. Sonreí y le dije que era sólo una fantasía sin mayores consecuencias. Ella no lo creyó así. Entonces, sucedió: me besó y echó a correr. Al final, perdí a Debbie dos veces. No la he vuelto a ver.