Wednesday, January 27, 2010

Obama en Números Rojos

El capital político del Presidente Obama se está agotando con rapidez. Atrás quedan las atractivas consignas sobre el cambio necesario que primaron en la campaña electoral de 2008. Ha pasado un año, y escribo estas notas antes de escuchar su discurso a la nación esta noche. No quiero perder objetividad.
Habría que preguntarse primero porque este joven senador negro llegó a la presidencia de la mayor potencia mundial, haciendo realidad el milagro que parecía imposible. Aún recuerdo con emoción ese día histórico donde mi voto contó; llenando de esperanzas a millones de hombres y mujeres en todo el mundo. La respuesta es simple: El pueblo americano estaba hastiado de la guerra sin justificación, de una economía en crisis acompañada de un galopante desempleo, de la nefasta política exterior que enajenó a Europa e hizo a este país tan impopular como a su Presidente George W. Bush. Los votantes optaron por el cambio prometido, léase el reverso del legado Bushano.
¿Pero qué ha pasado?
Aun antes de tiempo, la humanidad le hizo un guiño a Barak Obama al otorgarle de forma prematura el Nobel de la Paz. Sin embargo, seguimos involucrados en la Rumsfeldiana guerra de Irak -la cual parece no tener fin- y para colmo, se comete el mismo error garrafal de la antigua Unión Soviética (1979-1989) al invadir a Afganistán empecinada en imponer su modelo comunista. La guerra en Afganistán, con toda la intensidad que ameritaba, hubiese sido atinada en septiembre de 2001 cuando Al Qaeda moraba a sus anchas en el reino de los Talibanes. Ahora no tiene sentido exacerbar el antiamericanismo e involucrarnos en un conflicto bélico turbio que desangra a la juventud y endeuda más a la nación cuyas arcas heredó exhaustas de Mr. Bush. Los terroristas se mueven por todo el mundo fundamentalista Musulmán. Bin Laden ocho años después sigue sin aparecer, a pesar de sus videos donde se atribuye las fechorías de su criminal organización. Combatir al terrorismo es vital para la sobrevivencia del mundo occidental, pero estas guerras nada aportan a la causa.
Por otro lado, la política de salvar al mercado bursátil era y es necesaria para lograr sacar al país a flote. Ello pocos lo cuestionan. Ahora, esas entregas billonarias a los bancos y grandes consorcios sin condiciones previas, tales como la obligación de auxiliar a la clase trabajadora en estas horas críticas donde muchos han perdido sus empleos y hogares o el impostergable apoyo a la clase media con préstamos que estimulen los negocios y con ello la creación de nuevos empleos, punto neurálgico de la economía, es cuando menos imperdonable. Pero no, por el contrario, vemos el despilfarro del heraldo público en pagos de bonos millonarios para los mismos que crearon la crisis, una tasa de desempleo in crescendo, el aumento del costo de la vida y del enojo de la base que lo llevó a la presidencia.
Las elecciones del sucesor de Ted Kennedy en Massachusetts son el mejor termómetro para Obama. El cambio no puede ser algo retórico o una simple estrategia de elecciones. El pueblo estadounidense y con ello la humanidad, aun espera por el cambio prometido. De no llegar, el capital político del Presidente quedará en números rojos y tal vez ni siquiera la magullada Reforma de Salud llegue a término. Ahora, sólo queda esperar.